Cataluña: ópera bufa

En la calle, los mossos en lluita protestaban contra los recortes con una bandera de España y preguntaban a los políticos si sus pagas, las que les han birlado, estaban en Suiza. Al final de la sesión, saludaron desde el tercio de moqueta roja del Parlament Mas, Junqueras y Herrera, los que apoyaron la declaración de soberanía. No hubo ni un «visca Catalunya lliure» ni un viva a los libertadores. Eran los tibios aplausos de una mala boda y un mediocre entierro. Los tres felones tenían cara de fracaso después del minuto de palmas.

El Parlament aprobaba (por 85 a 41) la declaración soberanista y no se abrieron los cielos, entre otras cosas porque el derecho de autodeterminación de Cataluña no existe, es un desvarío de los nacionalistas. Para lograr la independencia es necesaria una insurrección pisoteando las leyes, no burlándolas. Se quedaron tan corridos y en ridículo que Pujol II, el delfín de Andorra, dijo minutos antes de la votación que el texto no era más que una declaración política, no una hoja de ruta ni una declaración de independencia.

Ganaron la votación y perdieron la lengua. Sólo cinco diputados del PSC abandonaron el Parlament para mostrar su deslealtad a los que quieren seguir siendo españoles. Los del PP también salieron del hemiciclo para no estar en la foto de la conjura, que ni siquiera será un retrato histórico.

Ayer vi a Mas solo en su delirio personal, que ha acabado en una propuesta fallida y una nueva frustración para los catalanes. Interpretó su papel de antihéroe en un proscenio de madera clara, al lado de una botella de agua mineral. Su intervención podría haber resultado sublime para los partidarios de la independencia pero quedó ridícula, provinciana y cercana a la cursilería. Fue una ópera bufa de sobreactuación y declamaciones vulgares. Mas ha vivido unos meses de gloria en la calle pero acabó en una función mediocre, de bulevar, escenificada en un Parlament inspirado en la ópera de París.

Los fanáticos nacionalistas, resultado de la peor construcción humana, «los peores enemigos de la libertad de nuestro tiempo» (Mario Vargas Llosa), han leído mal la calle, creyeron que la independencia se haría sola y que Dios haría del Ebro una frontera para separarse del centro envilecido que saquea. Pero ha ido creciendo el bloque del no.

Los socialistas, de pronto, han recordado que la patria es el mundo y el patriotismo el último refugio de los evasores fiscales, y han dejado solos a los separatistas provocando un divorcio entre Convergència y Unió después de 35 años de matrimonio cristiano con separación de bienes en paraísos fiscales.